
De principio a fin: importancia de las rutinas de aprendizaje en el autismo
Las rutinas son actividades o acciones que se repiten de manera predecible en el tiempo, ya sea en casa, en la escuela o en otros contextos de la vida cotidiana. En el caso de las personas con autismo, las rutinas tienen un papel especialmente importante, ya que aportan estructura y previsibilidad a su día a día.
Cuando una actividad se organiza en forma de rutina, se reduce la incertidumbre y se facilita la comprensión de lo que va a ocurrir. Esto es fundamental porque muchas personas con autismo pueden experimentar ansiedad frente a los cambios inesperados o las transiciones entre actividades. Las rutinas actúan entonces como una estrategia esencial pues ofrecen claridad y ayudan a anticipar lo que viene después.

¿Por qué las rutinas son esenciales en el autismo?
El cerebro de una persona neurodivergente funciona de manera más cómoda y eficiente cuando las actividades tienen un inicio y un final claramente definidos. Esta estructura permite comprender mejor el tiempo y los pasos de cada acción, lo que aporta seguridad y orden al día a día.
Cuando no existe esa delimitación, es más probable que la persona se quede “enganchada” en una misma actividad, dificultando el cambio hacia la siguiente tarea. En cambio, las rutinas ayudan a marcar esos límites, facilitando la transición de una actividad a otra sin generar tanta frustración o resistencia.
Además, las rutinas cumplen una función de anticipación: permiten saber de antemano qué va a suceder, en qué orden y qué se espera que ocurra. Esta previsibilidad es fundamental porque reduce la ansiedad y brinda una sensación de control sobre el entorno, favoreciendo así una mayor disposición para aprender y participar en diferentes contextos.
Tipos de rutinas de aprendizaje
Las rutinas pueden aplicarse en múltiples contextos y no se limitan únicamente a la vida diaria. Al contrario, constituyen un andamiaje fundamental para organizar experiencias en el juego, en la interacción social, en las actividades de autocuidado y también en las tareas de aprendizaje. A continuación se presentan algunos ejemplos que muestran cómo, a través de pasos repetidos y predecibles, las rutinas facilitan la participación, la comprensión del entorno y el desarrollo de la autonomía.
Ejemplos
Rutinas de juego Ejemplo: elegimos un cuento → buscamos un cojín → nos sentamos juntos → abrimos el cuento → lo cerramos y lo guardamos en la estantería. Este paso a paso repetido no solo da orden al momento del juego, sino que también ayuda a comprender que toda actividad tiene un inicio y un final, facilitando la transición hacia otra propuesta.
Rutinas sociales (saludos, interacciones breves) Ejemplo: al llegar al aula → levantar la mano → decir “buenos días” → colocar la mochila en su sitio. Este tipo de rutina refuerza la estructura social, ya que anticipa qué gestos o palabras son esperadas en cada momento y favorece la práctica de habilidades de interacción de manera natural.
Rutinas de vida diaria Ejemplo: hora de la merienda → lavarse las manos → preparar el plato → comer sentado en la mesa → recoger el plato y vasos → lavarse de nuevo las manos. A través de esta secuencia se enseñan hábitos de cuidado personal y de responsabilidad con el entorno, aportando independencia y seguridad.
Rutinas de aprendizaje/tareas Ejemplo: preparar el material (sacar cuaderno y lápiz) → escuchar la consigna → realizar la actividad → revisar lo hecho → guardar el material. De este modo, se ofrece un marco claro para trabajar la atención y la organización, al mismo tiempo que se entrena la autonomía en la gestión de las tareas escolares.
¿Cómo crear una rutina de aprendizaje efectiva?
La claridad es esencial. Los pasos de la rutina deben estar muy bien definidos, evitando ambigüedades. Cada acción se presenta de manera sencilla, concreta y en el mismo orden. Esto permite que el niño o la niña sepa exactamente qué hacer en cada momento. Por otro lado,el apoyo visual es clave para que las rutinas sean comprensibles. Pueden usarse pictogramas, fotografías, objetos reales, agendas visuales o incluso videos que representen cada paso. Estos apoyos refuerzan la memoria, la comprensión y sirven como referencia constante.Ejemplo: colocar una secuencia de pictogramas en el baño que muestre los pasos del aseo o un video corto de la profesora mostrando cómo se guarda el material al terminar una tarea.

La constancia es esencial: repetir siempre la rutina de la misma forma, en el mismo orden y, cuando sea posible, en el mismo espacio. La repetición favorece la consolidación de aprendizajes, aporta seguridad y facilita que la acción llegue a automatizarse.Ejemplo: cada vez que toca merienda, siempre se repite la secuencia: lavarse manos → preparar la mesa → comer → recoger → lavarse manos otra vez.
Antes de iniciar la rutina, es importante explicar o mostrar lo que va a suceder, anticipando la tarea a realizar. De este modo, se reduce la incertidumbre y la ansiedad. La anticipación puede hacerse verbalmente, con gestos, mostrando la agenda visual o con objetos relacionados.Ejemplo: mostrar el pictograma del cepillo de dientes para anticipar que después de cenar toca la rutina de higiene bucal.
Por último,cada rutina debe tener un marcador de inicio y de final para que quede claro cuándo comienza y cuándo termina. Estos marcadores pueden ser una palabra (“empezamos”), un gesto (levantar la mano), una canción corta, una señal visual (colocar un pictograma al inicio y retirarlo al final) o un sonido.Ejemplo: al empezar la rutina de juego, sonar una campanita pequeña y, al terminar, guardar la campana para indicar que la actividad se ha cerrado.
Beneficios de las rutinas en el autismo
Favorecen la autonomía
Las rutinas permiten que los niños y niñas aprendan a realizar actividades de manera independiente, ya que los pasos están definidos y se repiten siempre en el mismo orden. Al dominar estas secuencias, pueden encargarse de tareas de autocuidado, escolares o domésticas sin depender constantemente de un adulto. Ejemplo: una rutina de vestirse (ropa interior → camiseta → pantalón → calcetines → zapatos) les da la posibilidad de hacerlo solos con el tiempo.
Ayudan a la autorregulación emocional
La previsibilidad que aportan las rutinas disminuye la incertidumbre y, con ello, la ansiedad. Saber qué va a ocurrir después ayuda a mantener la calma y facilita la regulación de las emociones ante cambios o situaciones nuevas. Ejemplo: si un niño sabe que después del recreo siempre toca beber agua y luego volver a clase, el regreso a la actividad será menos estresante.
Mejoran la atención y el aprendizaje
Las rutinas proporcionan un marco estructurado que ayuda a mantener la atención en la tarea, ya que no hay dudas sobre lo que se debe hacer. Además, al repetirse, favorecen la consolidación de aprendizajes y la generalización de habilidades en distintos contextos. Ejemplo: una rutina de trabajo en mesa (sacar cuaderno → realizar actividad → revisar → guardar) entrena la organización y mejora el rendimiento académico.
Dan seguridad y confianza
La repetición y la claridad de las rutinas generan una sensación de control sobre el entorno. Esto aumenta la confianza del niño o la niña en sus propias capacidades y en lo que les rodea, reduciendo el miedo a lo desconocido. Ejemplo: al saber que todos los días la hora de dormir incluye ponerse el pijama, leer un cuento y apagar la luz, la experiencia se vive con tranquilidad y confianza.
Facilitan la interacción social y el disfrute compartido
Las rutinas también tienen un componente social, ya que establecen momentos de encuentro predecibles con otras personas. Esto favorece la participación en actividades grupales, el aprendizaje de normas sociales y la construcción de vínculos. Ejemplo: una rutina de saludo en el aula (decir “hola” al llegar, colocar la mochila, sentarse) ayuda a practicar la interacción con compañeros y docentes de manera natural.
Conclusión
Las rutinas no son simples repeticiones, sino estructuras con propósito que enseñan, organizan y conectan experiencias. Gracias a ellas, cada actividad adquiere un sentido claro y las transiciones entre una y otra se viven con mayor calma y seguridad. En este sentido, las rutinas de aprendizaje funcionan como puentes que facilitan el desarrollo de las personas con autismo en distintos ámbitos: el juego, las tareas escolares, la vida diaria y las interacciones sociales.
Esperamos que este artículo que comparte con nosotros nuestra compañera Irene Manchón, logopeda de Fundación ConecTEA, os haya ayudado a comprender e integrar las rutinas como elementos de bienestar y aprendizaje para las personas con TEA.
Estamos #Juntosenelautismo