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Escribir cuando tienes autismo

 “La escritura es un proceso mecánico, una destreza psicomotriz mediante la cual se aprende a escribir palabras y oraciones y, justamente de este ejercicio sistemático y progresivo depende su soltura y legibilidad” (Fernández, Díaz, Bueno, Cabañas y Jiménez, s.f., p.14).

La dificultad para lograr un trazo adecuado de las letras, con un tamaño, dirección y organización correctos sobre el papel, suele ser una de las demandas más solicitadas por las familias, pues, entienden que en la escritura estará gran parte de la base de los futuros aprendizajes y demandas curriculares que le van a exigir en el entorno educativo.

Hoy en día, los niños comienzan a aprender las letras y escribir palabras desde los cursos de infantil en el colegio, es decir, a partir de los 3 años de edad. Se les exige que sean capaces de coger correctamente el lápiz y puedan realizar una serie de trazos. Si esto ya supone una gran dificultad para muchos, aún más para niños con TEA, pues suelen presentar problemas de motricidad fina (necesaria para los procesos de escritura), atención, control postural, e incluso puede que no hayan establecido aún una dominancia clara.

Según un estudio, entre las dificultades más evidentes en estos estudiantes –relacionadas con su motricidad fina-, pero que no se cuentan como parte de los rasgos de TEA, están las “disgrafias” y los “problemas de expresión escrita”. Al tener los niños con TEA, un historial de problemas de coordinación y movimiento, no debe sorprender que estos se vean reflejados en tareas más complejas que dependen de la motricidad, como lo es por ejemplo la escritura.

Una de las principales causas por las que los menores con TEA rechazan las actividades grafomotoras o las tareas del colegio en las que siempre toca tener que escribir, es el esfuerzo tan grande que les supone debido al agarre inmaduro o compensado que tienen adquirido, entre otros.

Hitos del desarrollo del agarre del útil de escritura.

Durante el desarrollo motor de la persona, se van logrando hitos, tanto de motricidad gruesa y coordinación, como de motricidad fina y manipulativos. Entre estos últimos, se encuentra el desarrollo de la pinza, la cual va evolucionando hasta lograr el agarre adecuado del útil de escritura.

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Los prerrequisitos de la escritura

También, tenemos que tener en cuenta, una serie de prerrequisitos básicos antes de iniciar el aprendizaje de la escritura, algunos de estos son:

  • Control postural.

  • Atención.

  • Calibración de la fuerza.

  • Percepción visual.

  • Disociación de los movimientos de la mano y cuerpo.

  • Visión espacial.

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Compensaciones y dificultades a la hora de escribir

Si en la infancia una persona con TEA no logra adquirir una base adecuada, tiene dificultades para poder mantenerse tiempo realizando tareas de escritura o grafomotrices, en función de la edad, por lo que tienden a realizar compensaciones, que hacen que este tipo de actividades sean desagradables y en algunos casos se conviertan en todo un terror.

Hay que pensar que además, se les exige que las realicen a diario, durante muchas horas, lo que acaba por desencadenar conductas disruptivas y mucha frustración por parte de la persona.

Algunas de estas conductas o compensaciones que se producen son:

  • Sentarse de forma inadecuada, con malas posturas, arqueando el tronco, sentados en el borde del asiento en vez de en la parte media-trasera… Todas suelen deberse a una falta de control del tronco y de una baja conciencia corporal, en definitiva, dificultades para procesar la información sensorial y baja motricidad gruesa.

  • Bloquear articulaciones (principalmente de hombros, codos y muñecas) para poder agarrar el lápiz y escribir durante un tiempo determinado. A la hora de escribir no mueven la parte superior del tronco, esta queda fija y

  • Realizar agarres poco funcionales y estáticos, utilizando uno de los dedos como estabilizador o cogiendo el lápiz demasiado arriba.

  • Movimientos constantes con los pies o las piernas, dar patadas a la silla del compañero o la pata de la mesa, a modo de autorregulación y poder así mantenerse más tiempo atentos.

  • Escribir casi tumbado encima de la mesa o sujetándose la cabeza continuamente. Esto se debe a la falta de control y conciencia corporal, además de un bajo tono muscular generalizado.

  • Dificultad para realizar la grafía de las letras, sobre todo aquellas en las que se cruza línea media, por ejemplo, la “X”, “b”, “d”, “l”, “g”, escritas con caligrafía ligada. Relacionado con una baja coordinación bilateral y mal procesamiento del sistema vestibular, entre otros.

  • Apretar excesivamente tanto el lápiz como a la hora de escribir contra el papel, tanto que a veces, llega a romperse. Esto tiene mucho que ver con la dificultad para calibrar la fuerza y con el procesamiento del sistema somatosensorial.

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